Desde sus inicios en la política, Camila Flores ha sabido generar titulares. En diciembre de 2018, durante un consejo de su partido, reconoció sin reparos: “Yo soy pinochetista, y lo digo sin problemas. Soy una agradecida del gobierno militar.”
En un país donde la dictadura aún es una herida abierta, esa frase fue como lanzar un cohete en una biblioteca silenciosa: produjo aplausos en algunos, pero provocó indignación en muchos otros.
Más recientemente, en septiembre de 2025, durante las celebraciones de Fiestas Patrias en Viña del Mar, protagonizó otro episodio que no pasó desapercibido: tras un intercambio con una asistente que dijo “Chile no se cae en pedazos”, ella respondió con una frase que se viralizó: “Si se cae, por culpa de ustedes, los orcos zurdos.”
El adjetivo usado generó ola de críticas y marcó uno de sus hits de polémica instantánea: directo, ofensivo, irreversible.
Otro episodio relevante fue su visita en 2024 al ex capitán de Carabineros condenado por dejar ciega a la senadora Fabiola Campillai durante el estallido social. Flores calificó la condena como “injusticia” y fue denunciada ante la Comisión de Ética de la Cámara, acusada de falta de empatía hacia las víctimas de violencia policial.
Fue un paso que muchos interpretaron como una señal fuerte de su posición política y que reforzó la polarización que la rodea.
Finalmente, su estilo de declaraciones y confrontaciones parece parte de su marca: discursos directos, sin filtro, que consolidan su presencia mediática pero también alimentan el rechazo entre sectores que ven en ella a una figura extremista del oficialismo.
En definitiva, Camila Flores no deja indiferente: o la avalas, o la criticas. La controversia es su campo de batalla.


