La columna “El año del tirano”, publicada en La Tercera, plantea que muchas de las advertencias formuladas hace siglos sobre el deterioro de la democracia hoy parecen cumplirse con inquietante precisión. La idea central es simple y perturbadora: cuando el poder se concentra en líderes narcisistas, las reglas dejan de importar y la política se transforma en un ejercicio de culto personal.
El texto sostiene que el orden democrático y el sistema internacional atraviesan una fase de debilitamiento profundo, donde las normas que antes limitaban el poder han perdido fuerza frente a figuras que se consideran por sobre la ley. No se trata solo de decisiones autoritarias, sino de una forma de gobernar basada en el ego, la arbitrariedad y la necesidad constante de validación.
El autor describe a este nuevo “tirano” moderno como alguien obsesionado con su propia imagen, capaz de apropiarse de símbolos del Estado, reescribir la historia y moldear instituciones para su beneficio personal. En este escenario, la política deja de ser un espacio de deliberación pública y se convierte en un escenario diseñado para engrandecer al líder de turno.
A su alrededor, emerge una corte de aduladores dispuestos a justificar cualquier exceso con tal de mantenerse cerca del poder. Empresarios, dirigentes y actores internacionales pasan de la crítica a la reverencia, normalizando conductas que antes habrían sido inaceptables. La adulación reemplaza al control y la sumisión se disfraza de pragmatismo.
La columna advierte que este fenómeno no es solo una cuestión de estilo personal, sino una amenaza real para la democracia. Cuando el liderazgo se basa en la vanidad y el desprecio por las reglas, se erosionan las instituciones, se relativizan los abusos y se instala la idea de que todo vale si quien manda lo decide.
Finalmente, el texto plantea que estamos viviendo una época marcada por este tipo de liderazgos, donde la democracia corre el riesgo de convertirse en una fachada vacía. El “año del tirano” no es una excepción histórica, sino una señal de alerta sobre cómo el poder, sin límites ni contrapesos, termina siempre alejándose del bien común.
La columna apunta de forma bastante clara —aunque sin nombrarlo directamente— a Donald Trump, la columna completa abajo y por supuesto los comentarios de los patriotas chilenos que le darían hasta un hijo al presidente de EEUU

Y los patriotas:



