12 de Septiembre de 2025
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José Antonio Kast, candidato presidencial del Partido Republicano, vuelve a quedar al descubierto por su falta de transparencia. Esta vez, Interferencia reveló que el líder de la ultraderecha ocultó millonarias ganancias derivadas de su participación en el exclusivo Colegio Campanario de Buin, negocio en el que su familia está involucrada desde 1998. El detalle es brutal: mientras predica austeridad y valores cristianos, omite un lucrativo imperio educacional que cobra hasta medio millón de pesos anuales a sus alumnos.

El mecanismo es conocido: Kast opera a través de su empresa familiar, Inmobiliaria e Inversiones Padua, con la que controla el colegio. En el directorio aparecen también su esposa, María Pía Adriasola, y su hijo Nicolás, mientras Andrés Palomer —presidente del directorio— ha sido candidato republicano. El colegio, además de sus vínculos religiosos con Schoenstatt, funciona como un verdadero negocio familiar disfrazado de proyecto educativo.

Y no es la primera vez que Kast oculta. En 2019 se descubrieron sociedades suyas en Panamá, y en 2021 evitó declarar Padua, empresa con casi $5.000 millones de capital y en la que posee el 99,5%. La ley no lo obliga a mostrar estas inversiones, pero la omisión raya en el descaro: si un candidato que pretende gobernar el país esconde su fortuna, ¿qué se puede esperar de su gestión?

El Colegio Campanario, con ingresos por $1.393 millones en 2021 y utilidades de más de $180 millones en apenas seis meses, es solo una muestra del negocio. Mientras tanto, Kast calla y se niega a responder. Lo cierto es que la imagen del político austero se derrumba: lo que aparece es el retrato de un empresario sinvergüenza, que juega con la fe y la educación para engordar sus bolsillos a costa de la opacidad.

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